Mark Angeli es uno de nuestros elaboradores fetiche que producen vinos de auténtico culto, cuya producción es restringidísima y la demanda supera con creces a su producción. Aún así, cuando descubrimos sus vinos allá por el año 2001, no pudimos más que caer rendidos ante la pureza y la grandeza de su interpretación de la Chenin Blanc, la gran dama blanca del Loira.
De origen corso y un pasado como cantero, Mark Angeli llegó a Thouarcé a principios de los años 90 del siglo pasado y pronto alcanzó la fama con sus vinos dulces, embotellados al amparo de la AOC Bonnezeaux.
Sin embargo, Angeli es un vigneron que necesita constantemente nuevos desafíos y pronto renegó de los vinos dulces elaborados por sistema, filosofía que llevó a la práctica elaborando su Coteau du Houet sólo en aquellos años en los que se habían dado las condiciones para ello. Su formación en Suduirat y La Tour Blanche hacen el resto. Sus dulces eran epustuflantes, si bien los bajos rendimientos hacían muy difícil su comercialización y hoy en día Mark se centra más en los secos.
Como decíamos, Mark Angeli pronto empezó a hacer vinos secos en una zona tradicionalmente de dulces y, tras reconvertir la mayor parte de sus siete hectáreas a la biodinámica, a cosechar la gloria con las primeras añadas de La Lune. Pronto esto fue insuficiente y comenzaron nuevos desafíos. Vinos de finca como Les Fouchardes (un prodigio de mineralidad), Les Vielles Vignes des Blanderies (con más estructura que muchos tintos con pretensiones) y, finalmente, viñedos en pié franco (sin injertar) que han resistido a la filoxera menos de diez años. La última locura fueron unas las plantaciones “en foule” con densidades de plantación de 40.000 plantas por hectárea (comparen esa cifra con las 3000 ó 4000 plantas por hectárea típicas en nuestro país) que tampoco sobrevivieron a la filoxera.
¿Creían que eso era todo? En absoluto. Descontento con la baja calidad del vino típico de la zona (el Rosé d’Anjou), realiza uno de los más etéreos y elegantes rosados del mundo que, año tras año, es descalificado por el comité de cata de la AOC Rosé d’Anjou y que es comercializado con el nombre de Un Rose d’un Jour, en lo que es un afortunado juego de palabras. ¿La clave del vino? Una parcela de Groilleau Gris, variedad autóctona prácticamente desconocida.
Cuando su rosado alcanzó la fama (hay auténticas peleas por las escasas botellas que surgen de la hectárea de esta variedad), Mark Angeli decidió que era el momento de hacer un tinto. ¿Cabernet Franc? No, Cabernet Sauvignon, que según Angeli es más adecuado para los suelos de la zona. Sin embargo, la dureza tánica de la variedad en los suelos de esquistos angevinos, así que ha comenzado a experimentar con la Groilleau Noir.
¿Qué será lo próximo? ¿Un espumoso? Sólo el tiempo puede decirlo. Lo que es seguro es que será algo grande.
VINOS IMPORTADOS POR COALLA/IMPORT
La Lune
El vino básico, procedente de la parte baja de la finca situada al lado de la bodega, es una chenin blanc de libro que ha ido evolucionando hasta convertirse en una de las referencias de vinos blancos de Anjou. Trabajo artesanal de la viña (sin tractor), no utilización de herbicidas… son rasgos que muchas bodegas llevan a cabo para los vinos de la parte alta de su gama y que Mark Angeli aplica incluso al vino más básico. Nariz evocadora de la variedad, boca con un volumen impresionante y un equilibrio perfecto entre fruta y acidez que es el santo y seña de la casa.
Les Fouchardes
Una lección de terroir en una botella. Donde Les Blanderies es un vino graso y opulento, Les Fouchardes es un vino directo y mineral, afilado como una navaja de afeitar y con el suelo calizo reclama el protagonismo prácticamente a gritos. Un vino para los amantes de lo mineral.
Les Vielles Vignes des Blanderies
Más amable que Les Fouchardes aunque más complejo. De la parte alta de la misma finca de la que sale La Lune, este vino es una selección de las viñas más viejas, pues la parte alta de la finca se plantó antes que la baja. Se nota esa vejez en la complejidad y la estructura del vino. Un vino para quienes tienen un poco de paciencia pues recién embotellado puede resultar demasiado primario y necesita un año para empezar a sacar lo que lleva dentro.
Un Rose d’Un Jour
Uno de los más etéreos y elegantes rosados del mundo que, año tras año, es descalificado por el comité de cata de la AOC Rosé d’Anjou y que es comercializado con el nombre de Un Rose d’un Jour, en lo que es un afortunado juego de palabras. ¿La clave del vino? Una parcela de Groilleau Gris, variedad autóctona prácticamente desconocida.